Sin embargo, cuando me descubro pensando en lo que éramos y ya no somos, en los planes que tenía para el futuro y ya no tengo, en mi familia vulnerable, en las tardes de café en la panadería, en los encuentros con amigos, conocidos y posibles compañeros de aventuras hago lo posible por sacudirme el polvo rápidamente, cambiar de posición y ocuparme en algo que me haga feliz. Ahora que he terminado con el lanzamiento del curso de fotografía y que ya todos mis alumnos se encuentran estudiando sus lecciones puedo compartir de nuevo una receta por acá de vez en cuando.

He descubierto que la mayor alegría la consigo cuando no pienso en lo que fuimos ni en lo que pudimos ser, me concentro en el presente, me ocupo de crear cosas para estar ocupada, para distraerme y para disfrutar enormemente. Como escribir o dibujar en mis cuadernos de apuntes o escuchar música mi favorita, inventar recetas de panes o elaborar preparaciones divinas y reconfortantes como este coffee cake de ricotta y fresas que preparé esta mañana.

Una primera versión que había probado en agosto resultó muy linda y sabrosa pero un tanto seca y se hundió un poco en el centro, hoy revisé la formula y ajusté la cantidad de huevos por un lado y de líquidos por otro, eliminé la masa madre de exceso que utilicé la primera vez y voilà aquí la tienen: una hermosa coffee cake esponjosa y suave, con la cantidad correcta de dulzor y el contraste propio que aportan las fresas frescas. La he cubierto con mi streusel de avena básico al que añadí nueces troceadas y la serví con ricotta dulce y fresas en su jugo. Es un buen proyecto para hacer un fin de semana o cualquier día porque ahora todos los días son casi iguales (yo esta semana desde jueves ya sentía que era sábado y el viernes y por su puesto el mismo sábado, me sentía como Bill Murray en El Día de la Marmota).

Estas cantidades alcanzan para un coffee cake de 20 cm de diámetro, necesitarán un molde desmoldable y un cake stand hermoso para que luzca aun más perfecta.

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